Y pasan las horas y los minutos pensando, imaginando, soñando con un lugar en lo que todo lo que más deseas esta en tus manos. Entonces despiertas cayéndote de la cama y dándote cuenta de que todo ha sido un sueño, que ha sido cosa de tu mente y no de tu voluntad. Te das cuenta de que todo tiene su precio, pero no el de las etiquetas, no, el precio que tienen que pagar cada uno de tus pasos para llegar hasta el final, sea bueno o malo. Porque de la vida hay que aprender que las cosas tiene su principio y su final, y no podemos remediarlo. Tan solo recordar lo vivido como una gran experiencia o anécdota y seguir adelante como si lo malo nunca hubiera ocurrido
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